jueves, 8 de marzo de 2007

Semblanza: ¿Quién era el Ex Gobernador Miguel Ragone?

1950 aprox. Hall del Hospital Cristofredo Jackob (Actual Hosp Ragone)


A 31 años de su asesinato impune. Médico y Ex Gobernador de Salta
¿Quién era el Ex Gobernador Miguel Ragone?

En mayo de 1973, ‘El Otro País. La revista argentina editada en Salta’, entrevistó al Dr. Ragone en su casa del Pasaje Gabriel Puló, a dos días de asumir su cargo como gobernador de la provincia; y publicó el diálogo en su edición de Junio (Año III, Nº 15, 1973). Esto es lo que Ragone decía de sí mismo, del gobierno, la gente, las instituciones y el peronismo de su época.
Puede leerse la entrevista completa aqui , pág 8 y subsiguientes. 







- Hay un desconocimiento o una idea equivocada sobre la personalidad del nuevo gobernador... faltan antecedentes que lo caracterizan, que lo definan... le proponemos a usted mostrarse tal cual es en sus textos profesionales, políticos o sencillamente humanos. Por ejemplo, ¿porque lo llaman ‘el médico del pueblo’?
— Pienso que esta definición tiene un poco de historia. Yo comencé a actuar en salta en 1950 en el ex hospital Neuroquirúrgico... Cuando vine a salta - aunque a usted le pueda molestar lo que le voy a decir- estaba incluido de la doctrina peronista que sostenía quiere que trabajar, trabajar y trabajar...
- Con usted alude a su llegada a Salta, ¿está significando que no es salteño?
— Nací en Tucumán, pero me eduqué en Salta a donde llegué desde muy chico, cumpliendo los estudios primarios y secundarios. Cuando vine de Buenos Aires con mi título de médico bajo el brazo a ocupar la dirección de ese hospital, imbuido de la doctrina peronista, pensé que al establecimiento lo íbamos a levantar todos, trabajando. El revés de lo que se hacía, tomé mi trabajo con toda pasión, trabajando full - time. Recuerdo que compartía una habitación pequeña con mi mujer y mis tres hijos y vivía en el hospital las 24 horas del día, empezaba temprano, el médico que más lo hacía (había jornadas de 30 o 40 consultas): comenzaba a las siete de la mañana - al revés de todos- y a veces terminaba a las dos de la tarde. Al día siguiente, alternando, lo dedicaba a operar cinco, seis, siete enfermos, durante toda la mañana y terminando al tres de la tarde. El hospital contaba en esa época con 70 camas y pensábamos que con ellas podríamos resolver el problema de la psiquiatría en salta. A ése hospital yo lo inauguré sin recursos de ninguna naturaleza, porque al venir a Salta lo encontré vacío, sin nada y comprendí que había que hacer un hospital para agudos, sobre todo para el traumatizado de cráneo que en Salta no tenía ningún tipo de asistencia y yo era neurocirujano, lo que provocaba que todos estos enfermos murieran sin una atención adecuada. Pensamos entonces, con el doctor Brandán, el amoldar el hospital para convertirlo en establecimiento psiquiátrico ‘de paso’, en el que se pudieran tratar los casos agudos y rescatables. También pedíamos que se nos diera un par de pabellones en Güemes para un hospital de crónicos, cosa que se está haciendo ahora, pero no en la medida que tiene que ser, en la colonia de Linares cuya capacidad actual está colmada. Vale decir que mi actuación fue durante cinco años, ya que tuve que dejarla trunca en 1955, no porque yo quisiera sino porque me echaron ‘por razones de mejor servicio con prohibición de acceso a cualquier tipo de hospital’...

- ¿Cuál es su especialidad como médico?
— Hice mucha neurocirugía aprendida al lado del doctor Carrillo que me honró llamándome ‘discípulo’. Pero también estuve en un servicio de cirugía general en Buenos Aires, con el profesor de Nicola, en el hospital Rawson e hice incursiones en psiquiatría en el Hospicio de Las Mercedes. En estos momentos me podría llamar un clínico quirúrgico, vale decir, que hago casi todo tipo de cirugía.

Con el peronismo
- ¿cuál es su primera vinculación con el peronismo?
— en 1958, el partido peronista cree poder salir a la luz por medio de las elecciones. Pero recuerdo que el proceso estaba condicionado a que el candidato no hubiera ocupado ningún cargo, ni siquiera de Secretario General de unidad básica. Como yo no había tenido ninguna actuación política y eran conocidos mis sentimientos hacia la gente, mis protestas contra los atropellos de la ‘libertadora’ - creo que tuvo la oportunidad de sus manos y la desperdició- los dirigentes pensaron que yo podría ser el candidato del peronismo. Me invitaron entonces a una reunión formal, a cuyos participantes no los conocía, porque nunca había salido de mi consultorio, antes y después de 1955. Vale decir, que mi trato se limitaba a las personas que iban a mi consultorio a quienes expresaba mi opinión sobre las injusticias que se estaban cometiendo, identificándome con el peronismo que era el ‘anti’ de lo que se hacía en aquella época. La reunión fue en la casa del doctor San Millán y entre los únicos conocidos estaba el doctor Armando Caro, que había sido el hombre que mantuvo la lucha del peronismo durante los años de la ‘libertadora’. Cuando me hicieron el ofrecimiento de la candidatura a gobernador, la condicioné a la opinión del doctor Caro. ‘¿Usted qué opina doctor? Yo conozco su actuación a través de los diarios y confío en su buen juicio’. El doctor caro me aconsejó que aceptara y así lo hice, integrándose la fórmula con el señor Rubén Fortuny y hasta se llegaron a imprimir los votos. Pero no transcurrieron sino unos días cuando llegó la orden de Perón de no concurrir a elecciones. Lógicamente que mandé mi renuncia indeclinable a la comisión del Partido Blanco, el que tuvo que decretar la abstención al quedarse sin candidatos. Esta fue mi primera incursión en política.
- ¿Fue el suyo un acto de acatamiento a la orden de Perón?
— Por supuesto...

Una autodefinición
- ¿Cómo se definiría usted personalmente: es un hombre autoritario, brusco, enérgico, bondadoso, débil de carácter... ?
— La opinión debieran darla las gentes con las que convivo, con las que me trato, sobre todo los enfermos que se encuentran por millares. Para estos últimos, su creo ser un hombre por demás bondadoso comprensivo de sus problemas, no sólo los derivados de la salud sino los que hacen a su condición humana que pueden llegar a mí como médico. En el fondo, yo diría que soy, como buen latino, muy sentimental. Sin que ello excluya mis raptos de enojo. ¡Es lógico...! Es mi carácter, mi temperamento, ¿comprende? Pero no soy irreflexivo. Yo para llegar a algo tengo que madurarla, pensarla bien y evaluar por que lo hago. Tampoco soy injusto. Si en alguna oportunidad cometo una injusticia, tenga la más absoluta seguridad de que después de reflexionar, o bien por la opinión de terceros, llego a comprender que se trata de una actitud injusta, vuelvo inmediatamente sobre mis pasos y no tengo ningún inconveniente en reconocer públicamente que cometí una injusticia.
- ¿Y pesan en usted la cesantía y las injusticias de que pueda haber sido víctima?
— De ninguna manera puede pesar de eso, porque al muy poco tiempo de haber ocurrido, se me propuso la restitución con todos los honores e incluso pagándome los que podría haber percibido, lo que me pareció una inmoralidad, una injusticia... [ ]

Dos anécdotas
- Tengo dos anécdotas que quiero que me las confirme. Después del 11 de marzo vino a verlo un grupo de empleados públicos, o de amigos y le dijeron: ‘Dr., ésta es la lista que hay que dejar cesante en la repartición’... Usted tomó la lista, la rompió sin leerla y les dijo: ‘háblenme de otra cosa’, ¿es cierto esto?
— Es absolutamente cierto. Es la idea que llevo al gobierno.
- La otra anécdota: gente de su partido le vino a preguntar quienes iban ha ser sus ministros, como queriendo participar de tal designación. Usted les habría contestado: ‘el gobernador soy yo y a mis ministros los designo yo...’
— absolutamente cierto, pero quiero hacer la aclaración de que no los designo yo solo. Por cierto que el poder de decisión no lo voy a abjurar, pero antes de designar a una persona consulto a todos quienes yo creo que debo consultar. No es cuestión de ir a preguntar a cualquiera, no porque niegue la capacidad de discernimiento de esas personas, sino sé que hay un cierto interés y me gusta consultar a quienes conozco desinteresados, a gentes a quienes tengo absoluta confianza porque hace mucho tiempo que los conozco. Después del 11 de marzo creo que hay una eclosión del peronismo espantosa, no sólo en Salta sino en todo el país y que han aparecido muchísimos consejeros, como también mucha gente capaz, incluso que pretende aconsejarnos. El consejo trato, en lo posible, de tomarlo de la gente que conozco que es amiga, leal, sincera y una cosa que es fundamental... Una vez dije en un reportaje que lo que más me molestaba era mentir y que me mintieran. Ahora le digo que la norma número uno, lo que priva sobre todas las cosas para elegir candidatos que vayan a la función de gobierno, es la HONRADEZ de las personas. Esto es para mí lo primero: una persona es honrada, bien, perfecto. Si no sabe, puede aprender, pero que no sea honrada, no lo justifico ni acepto. [ ]

Las prioridades
- ¿Cuál es el primer problema que debe solucionarse en Salta?
— El problema prioritario, la terrible desocupación. Vea: después del 11 de marzo que recibido a más de 5000 personas, de las que más de la mitad necesitaban trabajo. Y no sólo eran peronistas, aunque yo jamás pregunto a nadie su filiación, sobre todo si vienen a pedir trabajo o vivienda. Si alguno viene y saca su libreta de afiliado, lo primero que le digo es que la guarde, porque no creo que éso le de más derecho que otro que no sea peronista y que está más necesitado.
- Quienes piden trabajo, ¿solicitan ser nombrados dentro de la administración pública?
— Es así... lo que ellos quieren es solucionar sus problemas y piensan que sólo en la administración pueden lograrlo, pero sé también y estoy completamente persuadido, que van a saber comprender que la solución no está en agregarlos a la administración pública porque es sencillamente imposible.
- ¿Y cómo procurará fuentes de trabajo para todos?
— L pregunta es muy abrupta... si la solución no la han encontrado en estos últimos cincuenta años o en lo que llevamos de vida institucional, sólo podría en este momento, sentado aquí, decirle que la solución va a ser ésta u otra... se dije antes que si algo me revelaba, era la mentira y entonces no puedo mentirle a usted, diciéndole que sé cuál es la solución. Por el contrario, el problema que tiene triste porque sé que no voy a dar una solución inmediata. Es una de mis grandes preocupaciones la falta de trabajo...

Mensaje final
- Doctor: conocemos el tiempo valioso que le estamos haciendo perder...
- Imagínese que hoy dejara el gobierno después de cuatro años. ¿Qué le gustaría decir a sus conciudadanos, cuál es su mayor ambición como gobernante, con qué realización se sentiría plenamente satisfecho?
— Habiendo logrado y alcanzado todo lo que dije en mis discursos políticos y que es la base de los de construcción y diversión: decir que pude dignificar a la gente y que ha tenido justicia. Éstas han sido palabras que no se si están en las pautas programáticas, que poco se han escuchado en otras partes... Pero debo advertirle que no he sido de los oradores que han ido a prometer cosas desde las tribunas. Si usted tuviera en cuenta como ha empezado a quien salta la campaña política, advertirá que hubo quienes pretendieron hacer promesas desde la tribuna, pero después de haberme escuchado unas cuantas veces se dieron cuenta por lo que yo dije con mucho énfasis, de que no íbamos a hacer promesas y que si pretendíamos dignificar y dar justicia a todos los salteños, sin excepción. Éstas han sido las pautas programáticas de lo que yo he dicho. Incluso en una oportunidad en el interior de la provincia me tocó hablar después de un candidato a legislador nuestro y tuve que desmentirlo porque les prometía un dique. Soplaré, entonces, en que no podíamos prometer un dique ni nada que no sabíamos si íbamos a poder cumplir, pero sí les prometo algo que quizás no cueste dinero y que lo podamos lograr, como la dignificación y la justicia para todos. Éstas son para mí dos premisas fundamentales, sin que ello implique que no me preocupe la falta de viviendas, de trabajo, la falta de convivencia, incluso, entre los salteños.
- ¿Cuál es la falta de justicia o de dignidad que usted advierte actualmente?
— Yo le devolvería con la misma pregunta. ¿Usted cree que hay justicia y dignificación para la gente humilde aquí en Salta?
- Yo no ejerzo funciones políticas como usted... yo podría contestarle a través de lo que trasciende a los medios de información, es decir, los casos en los que la gente se queja o rebela. Y en este sentido, le diré que no son tantos los que se quejan o rebelan...
— Claro... usted bien lo ha dicho, no vive en función política, no convive con la gente humilde y no sabe cuáles son sus desesperanzas.  ¿Usted cree por ejemplo que se cumplen las leyes sociales en salta? Contésteme con toda honestidad.
- Pienso que hay muchos sectores que no las cumplen y que lo confiesan.
— La mayoría no las cumplen. Yo le pediría que se llegue en alguna oportunidad por el departamento de Anta y vea cómo viven los aborígenes, o en el mismo valle. Yo le diría que si el índice de mortalidad infantil aumenta en lugar de disminuir, lo mismo que la tuberculosis o las enfermedades venéreas que están creciendo en forma alarmante, y miles de cosas que le podría citar y que son fruto de la miseria, usted comprenderá que yo creo que no hay paz, ni justicia, ni dignidad social. Sino yo no estaría en este puesto. Si las cosas en este país anduvieran bien, yo haría lo que en el año 46. En aquel entonces era secretario privado del doctor Carrillo y cuando él me ofreció una carrera política o un cargo de importancia, la deseché, porque ya que el pueblo estaba en el gobierno a través del general Perón, prefería ejercer la profesión de médico para la cual me había preparado. Ahora, una de mis grandes tristezas es tener que dejar la profesión, no me acostumbro todavía a no levantarme las 6:30 o 7:00 de la mañana para ir a trabajar en el hospital como hice toda mi vida. No logro, todavía, acostumbrarme a todo esto, pero creo que todos tenemos un imperativo que tenemos que cumplir, sacrificando cualquier cosa que nos guste...
- ¿Todo esto quiere decir que la salud pública tendrá prioridad uno en su gobierno?

— Nada puede ser prioritario sobre otra necesidad, absolutamente nada. La salud pública es algo que está directamente relacionado con el trabajo, con el estándar de vida. Si usted no modifica las condiciones de trabajo, de salubridad, la forma que los trabajadores cumplen sus tareas específicas, no hay prioridad para salud pública. Si usted no les da mejores condiciones de vida, mejor alimentación, no para mejorar la salud pública, porque al darles mejores condiciones de vida está evitando que se enfermen. Si usted desde chicos les da la leche a las criaturas, va a evitar que sean tuberculosos el día de mañana. Entonces no hablemos de salud pública únicamente. Yo diría que una de las cosas prioritarias, sin ser, por supuesto, de prioridad número uno, va a ser el área de bienestar social. En cuanto a la salud pública, creo que es muy poco lo que resta hacer. ¡Esto sí que lo vamos a poder solucionar! En materia hospitalaria o de salud pública en general, ya tenemos una base importante como es el Instituto del Seguro. Y si bien la proporción de camas con relación al número de habitantes no está ni siquiera a la mitad de lo que se considera óptimo, lo mismo que la cantidad de personal, creo que no lo podemos solucionar.  

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